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Archive for the ‘General’ Category

Y si un día…?

Abro el periódico y cada mañana el mundo se me presenta deconstruído en un extraño afán de lucha por la supremacía. Lo económico destroza los corazones de la gente que los mantiene con vida. A los que manejan esos delicados hilos, esa parte se les ha necrosado hace tiempo. Cada hoja supone un golpe, apenas por despiste algún suceso libera mi cabeza. Un par de hojas después todo vuelve a la realidad. Esa realidad que es, en el fondo, mentira. Esa mentira que nos cuentan y que al final escapa de todo lo que es simple, simplemente necesario, simplemente natural.

El mundo parece, si cabe, dividido en dos partes: los que han salvado la línea y aquellos que se han quedado por debajo de ella. Los primeros sufren para mantener un ritmo que no les corresponde, no les aporta, no les conviene, y lo peor de todo… no les hace felices. A los demás simplemente no les queda nada, nada que perder, nada a que aspirar.

Los primeros vivirán entre viajes relámpago, colgados en las agujas de un reloj, muchos incluso en el segundero. Serán esclavos de una vida que -sin saber muy bien porqué- es la que tienen. Serán velocistas de lo absurdo. Jamás conocerán sus metas, sus aspiraciones, sencillamente porque nada de lo que hacen tendrá nunca un final.

A los que no llegaron a tiempo, no supieron o no pudieron «cruzar» al país de los «elegidos» no les quedará nada más que volver a la tierra, a trabajar para comer, a comer para vivir, y a vivir para darle un sentido a cada día. No existirá el tiempo, tan solo un bello sol y una compañera luna. Ahí empezó todo. Ahí posiblemente esté todo.

Algún día, quién sabe, los que no pudieron coger aquel tren de esperanza, serán los afortunados. Tal vez el olvido del poder del imperio, lejos de obligaciones abusivas, de chantajes ocultos, de razones incongruentes, será ese día lo añorado por todos aquellos a los que este mundo nos ha arrastrado como un huracán.

Siempre, cada mañana, abro el periódico y un cuento extraordinario se me viene a la cabeza seguido de una pregunta: Para qué?

“Un hombre rico, empresario, bien vestido, ropas caras y talante derrochador, iba paseando por el puerto, cuando se encuentra con un modesto pescador. El pescador trabajaba en sus redes y en su pequeña barca, y tenía un cubo lleno de un montón de peces recién pescados. El rico empresario le preguntó:
– Óigame, ¡usted tiene mucha maña! ¡Parece un pescador muy bueno! Usted sólo y con esta pequeña barca ha pescado muchos peces. ¿Cuánto tiempo dedica a la pesca?
El pescador respondió:
– Pues mire usted, yo la verdad es que nunca me levanto antes de las 8:30. Desayuno con mis hijos y mi mujer, acompaño a mi familia al cole y al trabajo, luego voy tranquilamente leyendo el periódico hasta el puerto, donde cojo mi barca para ir a pescar. Estoy una hora u hora y media, como mucho, y vuelvo con los peces que necesito, ni más ni menos. Luego, voy a preparar la comida a casa, y paso la tarde tranquilo, hasta que vienen mis hijos y mi mujer y disfrutamos haciendo juntos los deberes, paseando, jugando. Algunas tardes las paso con mis amigos tocando la guitarra.
– ¿Entonces me dice que en sólo una hora ha pescado todos estos peces? ¡Entonces usted es un pescador extraordinario! ¿Ha pensado en dedicar más horas al día a la pesca?
– ¿Para qué?
– Pues porque si invierte más tiempo en pescar, 8 horas, por ejemplo, usted tendría 8 veces más capturas, y ¡así más dinero!
– ¿Para qué?
– Pues con más dinero usted podría reinvertir en una barca más grande, o incluso contratar a pescadores para que salgan a faenar con usted, y así tener más capturas.
– ¿Para qué?
– Pues con este incremento de facturación, ¡su beneficio neto sería seguro envidiable! Su cash flow sería el propicio para llegar a tener una pequeña flota de barcos, y así, hacer crecer una empresa de pesqueros que le harían a usted muy muy rico.
– ¿Para qué?
– ¿Pero no lo entiende? Con este gran imperio de pesca, usted sólo se tendría que preocupar de gestionarlo todo. Usted tendría todo el tiempo del mundo, para hacer lo que le venga en gana. No tendría que madrugar nunca más, podría desayunar cada día con su familia, podría acompañar a los niños al cole, jugar con ellos por la tarde, tocar la guitarra con sus amigos…”

Es complicado entender que sin nada tendríamos más. Tal vez simplemente sea un sueño. Tal vez sea un idealista. De todos modos, no es preocupante. Un periódico, cada mañana, se encarga de despertarme y mantenerme en «el mundo». Menos mal… o no!

Estoy seguro de que el tiempo no existe, tan solo un bello sol y una compañera luna. Ahí empezó todo. Ahí posiblemente esté todo…

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Un año sin ti…

Comía rodeado de amigos y mi ángel de la guarda. El tuyo te había abandonado horas atrás. Aquella voz cercana y triste, fría como la nieve, nieves que suenan a miedo… me daba la noticia. Sus palabras sonaron como un impacto en mi pecho, como una flecha que me atravesaba y apenas dejaba sangre, solo dolor… Te habías ido, de una forma brutal, de un modo que un profesional como tú jamás habría imaginado, con el albor de un día frío y lluvioso, como un ángel… ése que esa noche te abandonó a ti abandonándonos a todos…

Desde aquel día, David, yo no he vuelto a ser el mismo, apenas comienzo de nuevo ahora. Los acontecimientos en mi vida iban sucediéndose con muy poca benevolencia y elevadas dosis de hipocresía, todo lo que me rodeaba había dejado de fluir, de suceder como suceden las cosas buenas de la vida: porque sí, sin más… Todo me parecía un tenebroso guión al que debía poner fin lo antes posible, todo era una trama digna del mejor Thriller. Cada cosa que sucedía me armaba de fuerza pero minaba mi espíritu, apagaba mi llama, dormía al fuego, agitaba el alma… Todo era lo peor que había vivido, hasta ese domingo… ese fatídico domingo 9 de febrero de 2014.

El mundo se paró con aquella voz amiga, todo dejó de tener importancia, tu ausencia repentina relativizó todo, y me recordó que -años atrás- había prometido aprender de ello. Nunca se prepara uno para días así, y nunca hay suficiente entrenamiento para la mente ante situaciones de excepción.

Desde ese día David, yo no he vuelto a ser el mismo, pero tampoco nada ha vuelto a ser igual. Tú ausencia ha sido mi gran lección. Serás insustituible para todos. Sigo viendo la tristeza en los ojos de los que más compartieron contigo. Sigues en el corazón de los que te disfrutamos menos. Sigo anhelando el día en que pueda ver a tu padre sonreir de nuevo. Sigo pensando que… aquel día, algo cambió. Jamás podré agradecerte tu amor por el pueblo, tus paradas para preguntar con ese inolvidable «Qué tal?», con esa voz y esa sonrisa inconfundibles.

Desde que te fuiste, yo no he vuelto a ser el mismo, y el único consuelo que me queda es que, en mi vida, afortunadamente… nada ha vuelto a ser igual. Nunca podré pagarte esa lección…

Siempre en mi recuerdo… David.

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Por alusiones…

…uno se molesta, se enorgullece, se incomoda o simplemente tiene esa capacidad innata de los que se saben fuertes para fingir normalidad. Uno disfruta del sueño con el que todos nacemos sin importarle lo cerca o lejos que éste pueda encontrarse. Mientras existe el sueño hay cosas que no importan. Uno es feliz por momentos (que es la felicidad perfecta, para valorarla en su justa medida) como todo el mundo. Lucha por los que quiere sin dañar a los que le importan, escapando de aquellos que le enturbian. Uno es “uno mismo” siempre que su entorno se lo permite. Cuando no es así, uno es «uno más». Decía Ortega y Gasset: “Yo soy yo y mis circunstancias”, y eso representa un montón de cosas.

 

Es habitual la lucha entre lo inmoral de lo llamado ético y la más absurda ética de la apariencia. Y debería ser habitual la reflexión que nos llevara a plantear escenarios nuevos y soluciones nobles.

 

“Un amigo es aquel que te critica de frente y te defiende por la espalda”, decía el poeta. Lo contrario no sé como se llama.

 

El humano es un ser inseguro, necesitado del cariño de otros para dar sentido a su existencia. Asume el papel de timonel de su barca aunque ésta carezca de remos y mucho más aún de brújula. Si hay temporal se guarda en el puerto más cercano, por mucho que en días de sol abominara de él. Uno no escapa, uno se enfrenta. Uno no finge, uno congela. Uno no toca, uno abraza. Y todo lo que no sea así, es mentira.

 

La actuación como animales en lucha por la supremacía y el liderazgo, con asociaciones de pandereta y escaparates de pantomima, a mí sigue pareciéndome ese perfecto absurdo que te lleva a morir con la maleta cargada de basura… Eso sí, en tu entierro no faltarían todos tus “amigos”, esos que con “cariño” prepararon tu equipaje…

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Los sueños…

Esta mañana, como tantas otras, he abierto el periódico y he visto la noticia del entierro de Karina Falagan, una mujer hecha a si misma y con una personalidad y fuerza difíciles de igualar. En su duelo, un numeroso grupo de personalidades, caras conocidas y sobre todo la de él, un hombrecito al que yo conocí un día cantando en su local, viviendo aquella canción como a mí me gustaría vivir cada una de todas ellas y como he visto pocas veces hacerlo a alguien. En una conversación aislada, ella me confesaba que Julio Iglesias había prometido echarle un cable años atrás a ese “joven” con la ilusión de cantar; que aquel político “x” le había asegurado un futuro en el mundillo del espectáculo; que el alcalde de… que el productor aquel… que… que… que… que nadie había cumplido su palabra y por eso él cantaba en su local sobre aquella secuencia de acordes.

 

En aquel momento, una tarde de esas de invierno pero en tiempo de playa, yo vi a un hombre, trajeado como el mejor artista, coger aquel micro con las arrugas de los sueños sin cumplir y la ilusión del debut, dirigirse a mí y regalarme la interpretación más increíble de cuantas recuerdo. Fue mi concierto especial, para mí solo.

 

No hace mucho, alguien me dijo que seguía cantando por dónde podía, karaokes, bodas, etc… que siempre que podía sacaba de ese cuerpo lleno de timidez un torrente de talento pasado por el filtro de la magia y cantaba su “La vida sigue igual”.

 

Esta mañana, como tantas otras, abrí el periódico y en medio de un tumulto de personalidades charlando en grupos -sólo- aparecía la imagen de un hombre, mayor, triste… aquel que una tarde me regaló su sueño y su arte… aquel para quién la vida –sin Karina- tristemente seguirá igual, aquel artista inmenso de locales pequeños, aquel a quién el tiempo no ha conseguido arrebatarle el gran tesoro que portamos: Los sueños…

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La fortuna…

Existe la anécdota hecha sorpresa, la casualidad de un encuentro, ese momento incomprensiblemente especial, distinto, extraño, misterioso, mágico…

Existe la distancia y el abrazo cercano. Existe la disputa y el arreglo esperado. Existen los sueños y lo posible de lo lejano. Existe la distancia y el recuerdo intenso. Existe lo difícil, lo impropable, lo bello. Existe el miedo y la firmeza del intento. Existe la duda y lo profundo de una palabra. Existe el despiste y el te echo de menos. Exite también el carácter y la caricia de un dedo. Existen los momentos y, en especial, el de un encuentro. Existen los días y el minuto exacto. Existe la vida y la gente que te la regala. Existen la amistad y la amiga que no falla. Existe el amor y la persona que te ama. Existe el proyecto y la vida para abrazarla. 

Y cuando uno encuentra a alguien en quién convive todo eso, no tiene duda… se da cuenta de que también existe: la fortuna.

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La vida te da sorpresas…

Visto el revuelo generado por esa magnífica plataforma de una conocida red social llamada «Non ó Fraude na Verbena Galega», publicando los nombres de todos aquellos que no son éticos con «su profesión», tengo que decir que me sorprende todo. Me sorprenden los músicos que, en lugar de agachar la oreja y reconocer su ineptitud o colaboración (dependiendo de los casos) discuten a esta plataforma en lugar de defenderla. Me sorprende el miedo que atenaza a todos esos que, deseando escribir no lo hacen. Y, como no, me sorprende que todo el mundo se sorprenda de algo que, se sabe, lleva años practicándose.

Galicia ha sido desde siempre cuna de las mejores Orquestas de este país. Comunidades como Valencia y alguna otra nos discutían ese trono. Poco más. El expectáculo lo poníamos nosotros. Y esa fue nuestra muerte. Las Orquestas y Grupos comenzaron a premiar el Show sobre la propia esencia de las formaciones. El número de agrupaciones crecía exponencialmente. Las cifras de dinero que se manejaban ascendían monumentalmente cada año. Galicia vivía una época de cierta bonanza que permitía que hubiera fiestas en cualquier parte, no importaba el presupuesto, ni los vecinos que participaran, siempre había un grupo para un lugar, dinero para una fiesta. Y si no lo había en el pueblo, lo ponían los emigrantes. Cualquiera era músico, cualquiera representante.

Con todo, la música fue quedando a un lado. Mi pasión por disfrutar de esos escenarios en que podías ver a ese bajista increíble, al batería de los contratiempos, al trompeta de los agudos, al pianista de los tumbados que dividía el teclado como nadie y tenía un control excepcional sobre las capas, al guitarrista de los ritmos que daba sentido a todo, etc… esa pasión fue perdiendo paulatinamente material con el que alimentarse. Por qué? Porque cada vez se tocaba menos.

El sector de las Orquestas pasó a ser el sector con más intrusismo que yo haya recordado jamás. Cientos de ineptos veían cada año el negocio y al siguiente dejaban de ser meros expectadores para pasar a la acción. Cualquiera se compraba un teclado (malo, no hacía falta mucho más de 200 ó 300€), adquiría unas decenas de secuencias, cogía a la amiga del pueblo, a la compañera de trabajo, a la mujer, o (si era un tipo que había «nacido para esto» y se lo tomaba en serio) hacía el casting en cualquier Karaoke perdido y se llevaba a la mejor o… a la de la falda más corta (dependiendo del jefe de recursos humanos de la «empresa»). Nacía la «Fiebre Dúo» y el «Fenómeno Escenario Móvil» y empezaba la locura de las inversiones descontraladas, nada rentables en la mayoría de los casos y dramáticas en algún que otro. Llegó la época de las deudas, de trabajadores que se iban sin cobrar parte de su trabajo, de apuros y embargos, de vivir por encima de las posibilidades, etc… En ese camino, la música fue perdiendo fuerza. Tocaban aquellos que contrataban a músicos extranjeros a los que resultaba más fácil dar notas que fingirlas. En tanto, el nivel se partía, las grandes por un lado a años luz, las pequeñas por otro, en el medio un grupo de cinco o seis que se defendían bien, y al margen cientos de intrusos que facturaban entre todos más que el resto del circo. Exceptuando a los representantes que esos sí se ponían las botas. Otra de las vergüenzas de esos años dorados.

Todo era precioso, la gente alucinaba con lo que veía. Cada año se esperaba más. Solo se decía «Dios este año llevan 50.000 de luz y 20.000 de sonido Turbosound». LLegaba la «Edad del Watio». Se medían las orquestas por el nivel de recursos e inversión. Poco importaba el repertorio ni el arreglo. En consecuencia la gente miraba pero, cada vez bailaba menos y… se lo pasaba peor. Y eso sí que es triste.

Fue una etapa en que todo valía, cualquiera podía dedicarse a esto. Se olvidó que la música es un arte, que hay que tener algo más que intención para ella. Hasta tal punto llegó el desprestigio del músico. Pero a mí el Vale Tudo ya no me vale. Y a los músicos de verdad… MENOS TODAVÍA!!! porque han nacido para esto y, sobre todo, han vivido con su instrumento!

Con el tiempo, he aprendido que vale más un silencio que una nota. Me he dado cuenta que, con el paso de los años, he ido tocando cada vez menos pero tocando cada vez mejor. Disfruto de lo que hago. Experimenté en mis propias carnes la sacrificada vida de un músico de orquesta, viví con pasión cada minuto sobre un escenario disfrutando de éxitos y sufriendo en los malos momentos, como todos. Si a todo eso no le añades lo único que hace vivir a un músico de verdad, TOCAR, que haces encima de un escenario? Mercantilizarte y hacer que muera lentamente el músico que llevas dentro… Justamente lo que le ocurrió a un servidor en ese tiempo en que participó del proyecto de una de las formaciones acusadas. En más de 20 años de «músico» solo en 3 no toqué, y fue en una orquesta. No hay más que decir…

No metamos en el saco a todos, porque no es justo. En los escenarios de Galicia podemos ver en la actualidad a auténticos musicazos, supervivientes de un tiempo mejor, y solo por ellos merece la pena apoyar a esta iniciativa que nos defiende a todos, a todos esos que, mejor o peor, defendemos este maravilloso arte encima de un escenario…

Nadie se esperaba esto, pero era esperado. Cuando el hambre entra por la puerta, el amor salta por la ventana. No culpemos a la mayoría pero no vivamos de espaldas a la realidad. Dejemos de pagar lo vanal, valoremos el esfuerzo. Nadie se esperaba esto porque los escenarios son demasiado grandes. Pero… “la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida…» decía el gran Rubén Blades.

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Otra oportunidad.

«Hay una primera vez para todo» escuché en más de una ocasión. Dicen que todos tenemos esa reencarnación y que alguien en algún lugar años después toma nuestra materia para proseguir su camino. Y cuando uno tiene la sensación de haberse reencarnado en él mismo, cómo se llama?

Hoy será un día especial, para mí, en el calendario. De la más absoluta tontería a la más fría de las despedidas iban solo una treintena de centímetros, los mismos que separan, en un par de segundos, la vida de… no sé, no sé exactamente de qué pero hoy he estado cerca.

Hoy, más que ningún otro día, tengo claro que la vida es un regalo. Que es algo así como el Amor. No consisten en tenerlos y ya está, no! Para tenerlos hay que lucharlos, defenderlos con ahinco, cuidarlos con mimo, preservarlos como un bien escaso… como ese bien escaso que, en realidad, son…

Poco me importan ahora las desavenencias del pasado, mucho menos si alguien ha intentado hacerme mal, si el Madrid ganó de nuevo o si debo o no comer con agua mineral. Poco aportan los estudios, los cuidados, el pensar. Las cosas suceden en un instante, y en ese instante cambia todo lo normal.

Entre ese coche y yo, hubo casi un abrazo, ése que negué a algunas personas de las que me hubiera dolido irme sin preguntar «qué hicimos mal?».

Hoy tuvo sentido aquel capítulo del libro «Martes con mi viejo profesor» en el que hablaba acerca del arrepentimiento. Nos matamos, nos herimos, nos apartamos, no reflexionamos y nos morimos muchas veces marchitándonos.

Hoy daría todos los abrazos que no di, y pediría todos los perdones que la vida no me permitió pedir. Hoy conversaría con mis enemigos y tomaría un té con mis inseguridades mirándolas de tú a tú. Hoy visitaría a quién abandoné y abandonaría a la tontería en cualquier rincón. Hoy nada me mete prisa, podría llegar, podría esperar, sin importarme el tiempo, el frío, la soledad. Hoy creo que dormiré sin las tonterías de cada día, sin pensar. La vida me ha dado… otra oportunidad…

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Sensacional!!!

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Fue hace apenas unos días pero pudo ser hoy mismo. Pudo ser en cualquier lugar y con cualquier persona pero fue con él. Caminaba por una de las calles de la ciudad. Su caminar era el lento paso de quién no tiene prisa por llegar a ninguna parte. En el transcurso de mi acercamiento, gira la mirada hacia un lado como si alguien fuera a empujarle. Le acaricio el hombro y le digo: -«Maestro». Su mirada perdida en la mía denota que algo no va bien. Me sudan las manos, tiemblan mis piernas. Insisto: -Hola Manuel!, cuanto tiempo!, cómo estás? (…) silencio…

A esa hora de la mañana, la calle era un herbidero, propio de uno de los barrios más emblemáticos de la ciudad. Voces por doquier, charlas sobre los bancos y algún que otro grito hacían de ésa, una mañana propia de la primavera que nos saluda desde bien cerquita ya. Pero en mis oídos el ruído era sordo, lejano, solo la mirada percibía con claridad lo que estaba sucediendo.

Mis preguntas no obtienen repuesta hasta pasados unos segundos cuando una débil voz me despierta del sueño: -Quién eres? No me doy cuenta! -Soy yo Manuel, Javi, el chico del teatro, no recuerdas la cantidad de cafés que tomamos juntos?…

Manuel empezó a comentarme todo lo que recordaba, todas sus equivocaciones y todos sus enemigos. Cada persona que nombraba era alguien que se había portado mal con él. Cada lugar, un puñal en su recuerdo. Pasaban los minutos y seguía sin tener claro quién era yo, aquel amigo que había compartido tantos momentos con él delante de un café…

Me despedí con la humedad en los ojos, como se despide la mañana entre la niebla, como se van los que saben que no regresarán, como se pierde la esperanza entre las noticias que no acompañan…

Manuel había sido la persona que me había devuelto al teatro. Un hombre que un día decidió atornillarse a un escenario, impregnarse de ese olor a madera tan especial y no separarse de él jamás. Sus manías, que le separaron de muchos, no eran más que el mimetismo de un personaje, el mimo con qué preparaba cada escena, el cuidado que tenía en cada papel. Manuel era luz desde la oscuridad del apuntador. Era escena, era carácter, era puro teatro. Por sus manos pasaron grandes de la escena de este país. En su casa durmieron grandes de la escena de este país. En sus palabras siempre la humildad de un gran hombre que quitaba importancia a detalles de ese tipo: -Hacen caca y pis como nosotros, decía siempre ante las risas de todos los que le escuchábamos con atención.

Me despedí con la humedad en los ojos, como se despide la mañana entre la niebla, como se van los que saben que no regresarán, como se pierde la esperanza entre las noticias que no acompañan… Le di un abrazo y me aparté. -Nos veremos Manuel, nos veremos. No respondió. Su mirada clavada en mí sin repuesta era un golpe cada segundo, cada latido.

Cuando me giraba escuché de nuevo esa voz que tantos consejos me había dado: -Neniño, tienes mi teléfono? Llámame! Tengo ahí un papel que te va a encantar, ya verás!. A ver si empiezo de una vez el montaje.
Y sin dudar repitió los nueve dígitos de su número. Manuel no me conocía, pero si se acordaba de muchos que le rodearon y coincidieron conmigo. No sabía quién era, de dónde había salido, ni la cantidad de cafés que habíamos compartido pero era capaz de recordar los nueve dígitos de su teléfono. No encontraba el camino a casa pero tenía un proyecto en la cabeza. Me pregunté: «Estará haciendo teatro?» Pero tras segundos de reflexión, y ya a bastantes pasos de él, algo me iluminó y me di cuenta de que Manuel solo recordaba cosas negativas, personas negativas, situaciones negativas.

De todo ello, saqué algo positivo: No había olvidado el teatro y no me recordaba a mí. Y en medio de la tristeza, sonreí…

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Hay historias que comienzan y terminan, otras que no consiguen arrancar y nunca llegan a tener ni siquiera un comienzo. Y, en alguna ocasión, la vida nos sorprende con una historia inexplicable, llena de casualidades e imposibles, de desencuentros, de momentos intensos y adioses inesperados. Una de esas historias sin comienzo ni final que viven para siempre en el recuerdo de sus protagonistas.

Es habitual que cada uno de nosotros cuando vemos una película (sea en el cine o en la vida real de otros) tendamos a pronunciar frases como «Buff, si me pasa eso a mí…» o «Eso a mí jamás me pasaría», olvidando que la vida es tan caprichosa que todo puede sucedernos a cada uno de nosotros sin la más mínima explicación. Como muy bien decía el presentador de ese magnífico programa llamado «Documentos TV»: «Historias que suceden a gente como usted».
Esta tarde, buscando entre mi colección de películas sin ver, saltó ante mis ojos una de esas que llevaba un año esperando ser vista. En un cine diseñado para dos, en su única butaca, instalé una sonrisa esperando pasar un buen rato con la típica película americana, con guión predecible y final feliz. Y me sorprendí. No porque vaya a pasar a la historia del cine por su calidad sino como ejemplo de que la realidad, en muchas ocasiones, puede llegar a superar a la ficción. Me levanté con la sensación de haberla escrito y, en medio de una graciosa mueca, cogí mi compañera de asfalto e hice 62 Km de sonrisas.

Dichas sonrisas tienen varios motivos:
– Hace años, una compañera de trabajo todas las mañanas me decía que yo le recordaba a John Cusack. Cuando vi que él era el protagonista recordé aquello que me habían dicho tiempo atrás sin darle mayor importancia pero riéndome con la casualidad.
– Mis sorpresas comienzan cuando él le cuenta la historia de Casiopea. Casiopea es mi constelación favorita, de hecho aparece reflejada en el post «La luz al final del túnel» de este blog.
– En mi único partido «oficial» como jugador de baloncesto en el que gané aquel concurso de triples que no olvidaré nunca (pues fue mi minuto de gloria en el deporte), el número que portaba en mi camiseta era el 23 (uno de mis números favoritos que siempre figuraba en todas mis apuestas de jugador de Primitiva); ese número es el que pulsan ambos en el ascensor del hotel.
– El número que aparece a la entrada del hotel es el 301, número de la habitación que uso siempre en el hotel en el que más horas paso.
– A la entrada de la consulta de ella, en la placa hay un 222; mi número de técnico de Comunicaciones en esos años de servicio a la Armada era el 221, y aquel gran tipo jerezano con el que compartía mis horas de estudio y tiempo libre, siempre me decía: «tu número tenía que ser el 222 pischa».
– En una de mis visitas a ese lugar dónde un tiempo vivieron todos mis sueños, perdí un guante, casualmente también el izquierdo.
– Desde que uno deja atrás una de esas historias también sucede que comienzan a aparecer nombres y detalles que la recuerdan. Eso también me ocurrió.
– Y, por si fuera poco, ayer perdí el cargador de mi móvil y me dije «estoy haciéndome mayor». Esta mañana, después de haber comprado otro, abriendo una de esas bolsas de comida de mamá… vi dentro de la nevera el cargador dentro de una de ellas como le ocurrió a la protagonista. ¿Algo más?.

Después de todo esto, uno se levanta pensando que el guionista le ha espiado, que la vida está llena de casualidades, de situaciones que no controlamos y que a veces ni siquiera somos conscientes de estar viviendo, de momentos únicos dignos del mejor guión jamás escrito, dignos de la más increíble de las historias. Se estira, piensa un segundo, y se siente afortunado de haberla vivido…

Y es que en la vida son muy pocos los pasos que se dan con seguridad. Nadie nos asegura que esa piedra del río no se balancee y nos tire. Debemos probar a apoyarnos en ella e improvisar el siguiente paso. Pocos son los que arriesgan de verdad, los que abandonan la piedra anterior de un salto e improvisan en el vacío la caída. La vida normalmente es un caos de emociones y situaciones que nos lleva como la corriente de un río. Un torrente de situaciones que nos arrastra, ¡eso, nos arrastra!, y pocas veces nos permite remar en la dirección que deseamos.Nos dejamos llevar, como el pato que se mueve con las ondas de la piedra arrojada al estanque. Pero eso es lo más grande de vivir, la improvisación, el intentar que esa improvisacion te haga feliz, te transporte a lo largo de los años, a traves del tiempo, navegando sin parar y dejando un surco de sonrisas… La vida es maravillosa, y puede seguir siéndolo todos y cada uno de los días que nos regala un amanecer.

«Jonathan Trager, el destacado productor de la E.S.P.N., murió anoche a causa de las complicaciones surgidos al perder a su alma gemela y a su prometida. Tenía 35 años. De voz suave y obsesivo, Trager nunca tuvo el aspecto de un romántico pero, durante los últimos días de su vida, desveló una parte desconocida de su mente. Esa persona oculta, casi chunguiana, emergió durante la búsqueda en plan Agatha Christie de su ansiada alma gemela. Una mujer con la que solo pasó unas pocas horas preciosas. Tristemente, la prolongada investigación terminó la noche del sábado en un completo y absoluto fracaso. Pero, a pesar de la amarga derrota, el valiente Trager seguía aferrado a la creencia de que la vida no es meramente una serie de accidentes o coincidencias sin sentido, nah! nah!, sino más bien un tapíz de acontecimientos que culminan con un plan exquisito y sublime.
Cuando le preguntaron sobre la pérdida de su amigo, Dean Kansky, ganador de un premio Putlizer y Director Ejecutivo del New York Times, describió a Jonathan como un hombre nuevo los últimos días de su vida. Veía las cosas más claras, observó Kansky. Al final Jonathan concluyó que, para poder vivir en armonía con el universo, todos nosotros debemos poseer una poderosa fe en lo que los antiguos llamaban Fato, lo que comúnmente calificamos como: Destino».

*SERENDIPITY: Accidente afortunado.

A veces el camino más largo es la distancia entre dos personas…

Las historias que no pueden ser… no son, y las que pueden ser… tienen toda la vida para serlo…

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